Parece que es muy habitual que lo contrario de a lo que uno está acostumbrado siempre levanta interés, a mi me pasa con el paisaje del interior de la isla de Fuerteventura. Las montañas son muy parecidas a suaves ondulaciones, desprovistas de vegetación y muy alejadas de ese cromatismo de las múltiples variantes del verde de Asturias. Pero su «plasticidad» de multitud de ocres hace un paisaje realmente hermoso.
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